22 de octubre de 2005

Reflexiones sobre ética solidaria


Estos comentarios no pretenden ser agradables sino realistas; se basan en nuestra realidad social, política y económica actual y abarcan temas aparentemente disímiles pero que se hilvanan para comprender mejor la ética humana o de la que es capaz el hombre y cómo el hombre es influido por el medio y que solo se pueden evitar desvaríos evitando ciertas situaciones condicionantes. Están con el formato de un relato, y les aseguro que es casi verídico, creanme.
A – La ética solidaria está reñida con la matemática.

¿Cuánto debe ser nuestra contribución personal para los excluidos del sistema económico y social, para “los perdedores” del sistema económico? Todo depende de cuánto podemos dar, por cierto, pero... cuánto podemos? Y siempre habrá alguno de estos perdedores que dirá: “qué miserable”; y lo peor del caso es que tendrá razón. Y nuestra conciencia estará también diciendo lo mismo.
Cuánto, podrá ser dinero, podrá ser tiempo, dedicación, pero siempre será insuficiente.
En ese momento paramos y razonamos un poco. “Aquí estoy yo como un estúpido contribuyendo para... qué?
Para que se mamen, para crear la conciencia de que “los que tienen deben ayudarme”, para “para qué trabajar y mucho menos estudiar si otros me darán por lástima, sea un tipo o el gobierno?”.
Si a un limpiavidrios debo darle 20, 25 o 50 ctvos, ¡en realidad estoy dándole a mi conciencia para que se calle la maldita, para que no me mortifique tanto!
Que la culpa la tiene el sistema económico y social, que la culpa la tiene quién sea, pero... mientras tanto estoy paliando una situación, estoy solidarizándome con el perdedor del sistema; o estoy prolongando, tapando, siendo cómplice con una situación social?
Y para ser solidario, cuánto debo dar de mi dinero, de mi tiempo, de mi dedicación, de mí mismo?
No, las matemáticas no ayudan. Una actitud que está bién para mis amistades, es una vergüenza para quien sufre la exclusión del sistema. No hay medida adecuada posible. Sólo sirve para engañar a la maldita conciencia.
 B – África, un continente al acecho

En estas cavilaciones sin respuesta estaba yo, cuando mi amigo Pablo Sigismondi regresó de un largo viaje por el África. ¡Para qué! Nos mostró las miserias alrededor de los Tutsis y Hutus, por ejemplo, cómo los matan y se matan entre sí, mientras las potencias colonialistas culpables de ese desastre por haber fijado los límites coloniales caprichosamente sin tener en cuenta etnias ni culturas se lavan las manos, se hacen los desentendidos de la situación, pretendiendo afligirse y ayudar con un cuentagotas.
 Pablo nos habló también de los enclaves coloniales actuales, entre ellos Ceuta y Melilla, donde se agolpan los habitantes del continente que expoliaron y en el que crearon naciones artificialmente y luego dejaron a su confuso y triste destino. Se agolpan para golpear las puertas de la Unión Europea, pidiendo algo de esperanza para el futuro.
Pero veamos ahora qué pasa cuando el necesitado es una potencia, por ejemplo cuando necesita petróleo para poder seguir derrochando como está acostumbrado. Tiene que conseguirlo cueste lo que cueste. Primero elige un héroe para que cumpla la hazaña, por ejemplo un republicano convencido de pertenecer al pueblo de Dios. Gana y vuelve a ganar porque el pueblo norteamericano está convencido de que cuando el zapato aprieta tiene que salir a buscar el petróleo, por supuesto esgrimiendo múltiples excusas, todas de alto valor moral. Las Naciones Unidas no sirven, no saben, es así como se hacen las cosas. A lo cowboy.
 Es un mundo muy desparejo. Y cuando las diferencias son abismales no valen las razones. Y por supuesto, gana el que tiene más fuerza.
Llego a casa, me pongo a leer el diario, todo bien, aumentó el producto bruto, los candidatos a legislador dicen las maravillas que van a proponer en el Parlamento, hasta que me encuentro con un artículo de Salvador Treber sobre Ceuta y Melilla:
 …Por otra parte, la terrible serie de episodios, con sus repudiables ribetes de inhumana represión, que tiene como escenario a Ceuta y Melilla; constituye el espejo de lo que, de no modificarse las condiciones, sucederá en forma creciente en el mundo. La población ecuménica actual orilla los 6.500 millones de habitantes y, en el término de 25 años, llegará –como mínimo– a nueve millones. De ese incremento de 2.500 millones, sólo el cinco por ciento –o sea, 125 millones– corresponden a los países ricos; mientras que 2.375 millones acrecerán las franjas pobres que son inmensa mayoría en todo el resto de la Tierra. En este momento, 180 millones residen en el extranjero en alta proporción –como los argelinos o marroquíes en España y los turcos en Alemania– realizando trabajos que los naturales de dichos países desprecian y no quieren hacer. Europa, con una tendencia secular a disminuir su población, los necesita. Aún así, aspira a seleccionarlos rigurosamente según su conveniencia.
Si actualmente 2.850 millones de seres viven debajo de la línea de indigencia, ¿cómo se hará cuando se duplique ese número? Hace casi una década, nada menos que Henry Kissinger advirtió que las migraciones serían en el futuro cada vez más multitudinarias, imparables y generarían un estado de conflicto permanente e insostenible. Instó a contemplar el problema como un virtual y creciente “caldo de cultivo” para engendrar temibles legiones de terroristas desesperados y, por tanto, suicidas…
C – ¿Demonios o sólo hombres?

Para distraerme un poco después de todo esto, al día siguiente fui a ver “La Caída”, de mal en peor. Se relatan los últimos momentos de la vida de Adolf Hitler, realizada con espíritu europeo, más realista que el norteamericano a que estamos habituados.
En la película, Hitler se muestra como una persona sensible y con grandes convicciones morales, convencido que con su causa hacía un bien a la humanidad en pos de un futuro de gloria. Se sentía una persona buena y sacrificada, tan sacrificada que tenía que matar a millones de judíos y gitanos por el bien universal. Amaba a los chicos y a los perros.
Esto me hizo recordar a los jerarcas nazis que se refugiaron en Argentina, como Eichmann, que eran aquí excelentes y cultos vecinos dondequiera que se hubieran instalado. Y también que millones de alemanes comunes eran los villanos durante la guerra y luego personas “normales”. ¿Qué había pasado? ¿Un hada mágica los había tocado?
Fui al día siguiente a la clase de filosofía y le comenté todo esto al profesor Fulvio y ante mi sorpresa dijo: “el hombre, en ciertas circunstancias, es capaz de cualquier cosa; no hay razones para pensar que los nazis fueran muy diferentes de cualquiera de nosotros”. De cama.
Pero ni eso, cambié la etiqueta “nazi” por “un norteamericano que vive en la vorágine competitiva, con un alto poder adquisitivo”, y me ví votando a Bush. No pude dormir.
 D - ¿Sólo animales?

Recordé entonces a Niestche: “no hay bondad ni maldad, no hay hombres buenos ni malos, sólo hombres”. Y luego a Michael Foucault: “a los hombres los mueve el deseo de poder, es innato; poder hasta en las cosas mínimas, capacidad de control”. (Las citas no son textuales).
Y pensé: sí, somos sólo animales, eso sí, animales especiales, ¡pero sólo animales! A los perros, por ejemplo, ni se me pasa por la cabeza tocarles la comida cuando comen, por más “buenos” que sean. Así de simple. Di un ladrido y me puse a dormir.
 Soñé… soñé que algunos perros se habían transformado en seres inteligentes, que habían declarado que todos los perros eran dignos, por lo que no se debían matar entre ellos, salvo cuando actuaban bajo emoción violenta porque le quitaban la comida…A los hombres ya pensarían cómo considerarlos. Desperté muy asustado.
 E – Conclusiones
Después de tantas coincidencias, no podía dejar de tratar de sacar algunas conclusiones.

1)      El hombre y el medio. El hombre es como es y no como lo han imaginado e idealizado frecuentemente. El hombre es responsable de sus actos pero en ciertas circunstancias históricas, sociales y culturales. El hombre se hace en su relación con el mundo natural y cultural. Es actor y espectador; actúa y sufre influjos. Hace sus elecciones, que son suyas, pero en un ambiente que le es dado.

Por ejemplo, siete años de pre-guerra y crisis capitalista llevaron a la mayoría de los alemanes a ser nazis, después de un sinnúmero de acontecimientos previos, movilizaciones de masas, huelgas, “el peligro comunista”. Ése fue el medio en esa época y lugar, que produjo el resultado, el nazismo.
 El hombre es hacedor pero en ciertas circunstancias. Lo que suceda, es el resultado de una interacción continua hombre-medio. Así, si encuentra el ambiente adecuado, la sociedad y su cultura florecen. Es lo que ocurrió entre los siglos XV y XVI en Europa y se llamó Renacimiento.

2)      Democracia. No puede haber democracia que funcione cuando en una sociedad hay muchas desigualdades económicas y culturales. La democracia es un mecanismo que funciona con iguales o casi iguales, como lo hacía en la antigua Grecia, participaban los hombres libres y no había grandes diferencias.

Por eso, por ejemplo, no funcionan las Naciones Unidas; EEUU o Inglaterra no pueden tolerar que su voto valga lo mismo que el voto de Haití o Etiopía, por ejemplo. Y se inventa lo del Consejo de Seguridad.

Además, hay mucha gente para la que la preocupación fundamental es que su familia pueda comer y cualquier gobierno estará bien si lo hace posible, sin considerar si es democrático o no.
El neoliberalismo ya está bastante experimentado y se ha visto que acrecienta las diferencias, la teoría del goteo no funcionó, así que por allí no está la solución para la democracia, eso es seguro. Y las masas carecientes están ya golpeando las puertas del primer mundo y cada vez será peor, porque tienen una tasa de natalidad mucho mayor.

3)      Ética de la miseria. Cuando hay hambre no hay seguridad ni moral. No hay regla que valga, lo primero es comer y vestirse. Ah, y tener un celular (efecto cultural).

4)      Sistema económico. Se trata de hallar un sistema económico (tal vez un equilibrio entre conceptos liberales y socialistas, porqué no) autodinámico que no permita las grandes desigualdades actuales y si permita el desarrollo humano. Un equilibrio parece algo difícil, pero de equilibrios está hecha la vida en realidad, las soluciones absolutas nunca han funcionado. Hay que buscar, hay que hacer utopía para visualizar el mundo que queremos y que sea más conveniente. Principalmente tenemos que saber qué hombre queremos.

Carlos Alberto Navarro, 23/10/05.


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