1 de febrero de 2013

Proceso de formación de convicciones


Convicciones y confrontaciones en Argentina

El proceso de formación de convicciones personales no es un proceso lógico y lineal, es bastante tortuoso y tiene muchas certezas pero más de solo pautas, de probabilidades e intenciones e intereses personales. No es el proceso que sigue un científico, por ejemplo. Tampoco el de un adivino o de alguien que cree en el horóscopo. Trataré de aclarar estos conceptos.

Cada uno de nosotros somos seres sociales, necesitamos serlo para poder vivir (o sobrevivir). Para poder hacerlo, seleccionamos formas de convivencia de menúes históricos o modernos que se nos presenta y adaptamos a nuestro gusto. Pero vivimos en una parte de la sociedad y en un sistema económico basado en la ganancia y la competencia, que influencia en gran parte nuestras actividades.

En el transcurso de nuestra vida, hacemos una elección personal sobre lo que consideramos nuestro yo o mejor dicho nuestra esfera de interés principal: puede ser nuestra familia, nuestro grupo escolar, nuestro grupo social, nuestra ciudad, nuestra provincia, nuestro país o toda la humanidad. De acuerdo a esto variarán nuestros intereses personales. Somos una parte interesada, lo que nos quitará “objetividad” al momento de hacer un análisis, cualquiera sea. O sea que el interés personal influirá en nuestros análisis, según el yo que hayamos adoptado.

Cuando digo el yo, me refiero a lo que considero propio o cercano, de mi mayor interés. No es lo mismo definirlo en un entorno próximo (mi familia, por ejemplo) o en el otro extremo a toda la humanidad.

Un ejemplo fácil de ver de la influencia de nuestros intereses en nuestras creencias lo tenemos en las convicciones religiosas, creemos lo que queremos creer, lo que necesitamos creer, lo que nos hace bien, no nos atenemos al veredicto de la experiencia, no hacemos experimentos ni jugamos nuestras creencias a ninguna comprobación. Se trata de creencias no falsables, es decir no comprobables por la experiencia.

Porqué dije que una convicción no se origina en un proceso (objetivo) similar al del científico? Pues porque el científico observa hechos empíricos, le parece encontrar una conexión entre algunos de esos hechos, enuncia una hipótesis, hace hablar a esa hipótesis aplicando la lógica, o sea saca conclusiones de esas hipótesis, elabora una forma de comprobar esas conclusiones en la práctica, realiza la experiencia y finalmente deja hablar a la realidad: la hipótesis es falsa o verdadera. En otras palabras, aplica el método llamado hipotético-deductivo, que ha sido el responsable del avance de la ciencia. Los elementos básicos con los que trabaja el científico son hechos de la realidad. Y a la realidad vuelve cuando quiere comprobar una teoría (modelo). Lo que manda es la realidad. Es con este método que la humanidad ha realizado los grandes avances tecnológicos hasta el momento.

Pero cuando formamos convicciones sobre ética o política, la cosa es diferente. Los hechos son valorados por nuestros intereses, empatías, pautas, etc, porque no tenemos todos los datos como para tomar una decisión totalmente racional. Aplicamos por ejemplo “lógicas” como “dime con quién andas y te diré quién eres”; tengamos en cuenta también que un político es un actor porque quiere aparentar lo que le conviene en cierto momento; es un buen jugador de truco y en el truco se miente…, todo justificado por los intereses de los ciudadanos. En definitiva, se toman decisiones empujados por lo que queremos creer, porque no tenemos certeza de la realidad. Y entran factores que están en el subconsciente (o no), que son los intereses de mi clase social, de mi trabajo, etc, o sea intereses particulares, personales. Por ejemplo, a mi viejo le cobran retenciones agropecuarias; no puedo ahorrar en dólares; este político está a favor de dar planes sociales, etc.

O sea que para formar nuestras convicciones, nos basamos en presunciones, pálpitos, probabilidades, simpatías, apariencias; y encima influyen nuestros intereses personales, nuestros deseos. Por esto nuestra convicción dista de ser objetiva por lo general. Pero la vida nos urge a tomar determinaciones, a elegir entre varias opciones, y por lo general lo hacemos.

Justificación de las convicciones

Una vez que hemos adoptado posiciones respecto de los múltiples aspectos de nuestra vida en sociedad, surge la necesidad de divulgarlas, de tratar de que otros adopten las mismas decisiones, de hacer lobby. Qué gano con ello? Que habrá más gente que piense como yo. En mayor o menor medida, nos hacemos “militantes” de nuestras convicciones.
Pero la vida sigue transcurriendo, aportando datos, nuevos datos que antes no fueron considerados. Llegados aquí, caben dos actitudes posibles:

1.    Ignorar todos los nuevos datos que atenten contra las convicciones que ya adopté antes y resaltar solo los datos que hacen bien a esas convicciones (e intereses, por supuesto). O sea, ya no buscamos la verdad sino la conveniencia para que se confirmen mis convicciones.
2.    Tener en cuenta los nuevos datos y hacer una consideración lo más objetiva posible de ellos, evaluando las fuentes; sacar de nuevo conclusiones, que pueden ser las mismas ú otras. Se trata de la crítica y el replanteo permanente. En este caso se suele privilegiar el interés general de la sociedad por sobre los intereses personales.

Entre esas dos actitudes hay muchas posibles, pero nos interesa analizar estos dos casos extremos.

1)    Desgraciadamente, la actitud más común en Argentina es la 1) (y tal vez en todas partes sea igual). Ya se adoptó una posición y debo ignorar, combatir y desacreditar todo dato que la contradiga. El fin justifica los medios. Lástima que el fin sea solo tratar de justificar una posición personal tomada y no defender la realidad  objetiva.
Surgen acá “los relatos”. Un relato es describir ciertos hechos destacando los que fortalecen mis creencias y omitiendo o desacreditando los que las contradicen. Un relato incluye una descripción filtrada y “conveniente” de la realidad. En la práctica, acá en Argentina, los dueños de los relatos están en las dos veredas, pero principalmente en los medios de comunicación masiva. Si todos dicen lo mismo tiempo, debe ser la verdad.
Pero el relato no es la única forma de deformar la realidad: también está el recurso tan usado de armar ficciones que serán lanzadas por muchos medios “independientes” al mismo tiempo. Se trata de ficciones para imponer sospechas, miedos, desconfianza. Eso lo hacen los grandes medios principalmente. 
Otro de los métodos para deformar la realidad es la demonización de alguna persona, ya sea político o personaje de la farándula. Una vez embarrado y etiquetado, ya será muy difícil sacarse la sospecha de encima.
En definitiva, son todos métodos para tratar de reforzar la posición que uno tenga, favorable a ciertos intereses como dijimos. Es una actitud netamente política, que busca ciertos resultados y no la verdad. Es la política del todo vale, sea cierto o no, eso es lo de menos.

2)    Es la actitud más racional y sincera. Es también la actitud más escasa. Se trata del crítico permanente, es la del que suele decir cosas inconvenientes y la del que podrá ser tratado oportunamente de traidor, es el que puede ser víctima del maniqueísmo imperante. Pero es también la del que puede hacer en ciertas circunstancias retornar a las discusiones a la cordura porque tiene una visión más amplia y no se queda en los detalles. Por este motivo es que son tan importantes los foros de debate permanente como Carta Abierta y también de Plataforma 2012, quiero creer.
No obstante, aun siendo críticos, es difícil que sean públicamente totalmente sinceros, para no dar armas a la oposición. Serán sinceros para dentro de su grupo de pensamiento, pero no públicamente. En caso de adoptar un cambio de posición, será a todo o nada, sin posiciones intermedias.

Confrontación o consenso.

Al empezar a escribir este artículo, mi intención fue solo hablar sobre el proceso de formación de las convicciones personales, motivado porque en Argentina en este momento se están dando muchos debates y esos debates se reflejan en todos los ámbitos, incluso el familiar. La cuestión era porqué esas posiciones tan diferentes, partiendo de los mismos datos? Pero no quería hablar de la realidad argentina en especial sino desde un punto de vista más general. Pero no puedo con mi genio, así que permítanme referirme ahora a lo que pasa actualmente en Argentina.

Se acusa al gobierno de los Kirchner de ser netamente confrontativo, que no privilegia el diálogo y el consenso. Para mí se trata de una lucha entre un poder político y los intereses de los grandes sectores del poder económico. El poder político actual pretende un país que se haga cada vez más inclusivo, atendiendo a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Pretende una nación que mire principalmente a Latino América como sus socios y que disminuya su dependencia de los grandes poderes económicos mundiales. Privilegia la producción nacional y el consumo nacional como forma de reactivar la economía generando empleo. Para esto es necesario confrontar con los poderes establecidos, que tienen una gran parte del poder total.

Así es que el reclamo de consensuar es mal intencionado porque los poderosos saben que llevaría a no cambiar nada en definitiva.

Y ni siquiera se pudo aplicar en Argentina la Ley de Medios Audiovisuales, ante la avalancha de cautelares que inició la oposición al gobierno. Ya van más de tres años de demora en la aplicación plena de esa ley.

En estas circunstancias, consensuar es no cambiar nada. Nadie va a consensuar contra sus propios intereses económicos.

Y así vamos, con cifras contradictorias, con 1600 de prima de riesgo país, con índices promedio de aumento de PBI del 6 % y en el peor caso de 2 % en 2012; con el augurio de un 5 % para el 2013; con un 7% de desempleo; pero seguimos progresando, valiéndonos en gran medida de nuestros propios recursos y sin tanta auditoría del FMI porque estamos pagando la deuda. Todo se hace dentro de los parámetros constitucionales, porque lo que este gobierno encara no es una revolución sino una forma de gobernar no (tan) comprometida con el poder económico y sí con los sectores populares, la cultura y la educación.

En definitiva, entre los sectores que no tienen grandes diferencias, lo más conveniente es el consenso; cuando se tienen que afectar intereses particulares, no queda más remedio que la confrontación, en su justa y necesaria medida, sin exagerar. Esto vale para una democracia como la argentina, que pretende ser nacional y popular.

Carlos A. Navarro (Tuco)
01-02-2013

Algunas referencias: