21 de diciembre de 2011

Sobre hombres y mujeres



Es indudable que hombres y mujeres son diferentes en muchos aspectos. Pero también es indudable que tanto unos como otros son esclavos, hasta cierto punto, de las imposiciones sociales. Y las imposiciones sociales devienen de las conveniencias políticas y económicas de la época. Y de la historia, por supuesto, entendida como un proceso, es decir, multiplicidad de eventos en un cierto orden temporal.

Es entonces muy difícil caracterizar a hombres y mujeres sustrayéndose del ambiente social en el que viven y de la historia que han vivido. Ello no impide aventurar algunas aseveraciones:


Diferencias: el hombre tiene mayor fuerza; la mujer tiene hijos, el hombre no; la mujer tiene mayor apego y dedicación a los hijos cuando pequeños; tanto el hombre como la mujer pueden ser racionales; la mujer es más emotiva que el hombre; cuando manifiesta su emotividad es difícil que sea racional; el hombre es más agresivo que la mujer; la mujer es más persistente que el hombre, especialmente cuando está en juego el interés de sus hijos; la mujer en general es más colaborativa que el hombre, juega en equipo; el hombre suele ser más independiente, lo que lo hace más dominante; el hombre destaca las necesidades materiales, la mujer las emocionales; la mujer menstrúa, el hombre no; la mujer amamanta, el hombre no; la mujer tiene mejores “curvas” que el hombre y es más bonita, el hombre tiene mejores músculos. Por lo general, la mujer piensa mientras habla, el hombre piensa y a veces habla.

Si, somos diferentes; ¿Y qué hay de la “igualdad” entre hombres y mujeres? Se trata de igualdad de oportunidades, que las diferencias no sean por imposición sino por elección de cada individuo. No es para eliminar las diferencias (que son interesantes), sino para que éstas sean reales y no creadas culturalmente.

Veamos algunos “síntomas” en “cómo se ven algunas mujeres”:

Visten frecuentemente minifalda y escote
Son felices si son admiradas por su físico.
Usan pestañas postizas, se llenan con siliconas los senos, la cola, los labios.
Mejoran el aspecto de la “mercadería”.
Visten ropas llamativas.

Lo anterior es lo que quieren los hombres en general, que la mujer sea un objeto sexual o un elemento decorativo. A esto se le llama machismo y a las mujeres que se comportan según este modelo, también se les llama machistas.

Pero veamos cómo se comporta una mujer que por su carácter y formación no se pueda considerar machista: si viste distinto, se la discrimina, es un queso, una mojigata, está fuera de lugar. A la pobre no le queda más remedio que imitar en alguna medida a las mujeres objeto… Es una imposición social. Viven en un mundo machista conformado por hombres y mujeres machistas. Esto es exacerbado por el capitalismo que quiere incentivar el consumo y nada mejor para ello que basarse en lo existente, en lo construido históricamente: el machismo.
Es decir que la mujer sufre de dos imposiciones, la que viene de los hombres y la que viene del marketing.

Quiero citar aquí algunas observaciones de un integrante del foro “Filosofía y Pensamiento” de Yahoo:

El ser humano es ornamental por naturaleza, se pinta y empluma desde el origen. El ser humano es muchas cosas, tiene muchos gustos y deseos, el problema es cuando llega un sistema de poder y exacerba -o reprime- esos gustos y deseos hasta desbocarlos -o anularlos- y llegar a hacer a la persona esclava de los mismos o enferma de su ausencia. En la represión, la Iglesia Católica ha sido especialista suprema. Y en la exacerbación, lo ha sido el capitalismo de consumo.

    Pero en nuestra sociedad (que sea capitalista no implica que no sea patriarcal), el quid es que ese gusto innato por la ornamentación se dirige a la mujer de forma imperativa, disciplinaria: algún hombre se depila (¿las axilas, el vello púbico?, sólo algunos esnobs), pero TODAS las mujeres han de depilarse por obligación. Algún hombre se arregla mejor, muchos se perfuman, pero TODAS ELLAS han de maquillarse, pintarse, perfumarse, peinarse de peluquería, seguir compulsivamente la moda, someterse a dietas imposibles y meterse silicona en los pechos y/o nalgas. ¿Cómo se puede negar la asimetría de estos imperativo? Toda esa imperatividad (1) se ejerce casi exclusivamente sobre la mujer, desde el momento en que el varón hace algo de ello por gusto o moda, pero la mujer ha de hacerlo bajo amenaza de señalamiento o incluso apartamiento (sobre un hombre con barriga se hacen bromas, sobre una mujer con ella cae la exclusión sexual y en parte social). Entiéndaseme: no digo que sobre el varón no recaigan también muchas incitaciones al consumo y la moda, sino que sobre la mujer recaen de forma abrumadora, haciéndolas consustanciales a su propio ser femenino.

    La utilización de la imagen femenina en la publicidad es otra cara del mismo patriarcado: es el capitalismo el que promueve la publicidad, de acuerdo, pero es el machismo el que la sesga a ofrecer únicamente (o en su mayoría) cuerpos femeninos, para vender cualquier objeto. El mismo machismo que llena las ferias y congresos (masculinos) con señoritas azafatas jóvenes y solícitas. El mismo que ameniza los partidos de fútbol americano con 'cheerladers' contoneantes y ligeras de ropa, moda que va llegando a Europa, mal que nos pese a algunxs.   

    Recomiendo especialmente "La tiranía de la belleza" (ed. Plaza&Janés, 2000), de Lourdes Ventura, un libro excelente, crítico y llenos de datos.

       Juan Blanco

El hombre domina (hasta ahora) y la mujer se desquita como puede. Dentro de casa ella tiene recursos para hacerse valer. Y entonces viene el mote: es una bruja.

Es que la sociedad es un sistema donde todo está relacionado con todo,  un sistema que ha sido construido fundamentalmente por el hombre y del que no es fácil escapar.

Pero veamos algunos cambios que han habido. Es cierto que actualmente la mujer tiene más acceso a la educación y que en algunas carreras es mayoría. Son muchas las mujeres en la política, en las artes. Hay buenas científicas. No podemos pretender un cupo 50 % en todas las especialidades, porque no hay razón para ello, si atendemos las diferencias de sexo, que dictan preferencias diferentes. Sí que las mujeres tengan (también) una total libertad de elección.

El cupo femenino del 30 % mínimo puesto por ley para la representación legislativa no está mal, para que la población esté mejor representada, es decir para que la composición legislativa se parezca más a la sociedad, pero no se puede pretender un cupo mayor porque eso sería ejercer una coacción. En realidad, debería establecerse un 30 % mínimo tanto para hombres como para mujeres y que salga la composición que sea.

Lo que es aberrante es que el hombre, por ser más fuerte, osado e independiente, se abuse de la mujer, ya sea directamente o a través de los niños.

Sería de desear que poco a poco podamos ir construyendo una sociedad en la que las oportunidades sean para todos, hombres, mujeres, razas, convicciones religiosas y que no solo aprendamos a respetar la diversidad sino a disfrutarla.

Tuco

PD.: como tengo mis dudas, me gustaría escuchar otras opiniones, comentarios o sugerencias.